Había una vez una pequeña nube que estaba muy triste. Su gran deseo era poder regar la tierra, los árboles y las flores. Pero era casi tan pequeña como un pedazo de algodón.
Las nubes grandotas le decían que se apartara de su camino, que ella era una enana y no podía ir a regar los grandes bosques. Ninguna nube quería juntarse con ella porque era demasiado pequeña, así que la nubecilla prosiguió su camino en solitario.
Estaba tan triste que comenzó a llorar; y una de sus lágrimas fue a caer justamente sobre una flor.
Aquella flor era una amapola. Y estaba tan sedienta que miró al cielo llena de gratitud y sonrió a la pequeña nube. Esa sonrisa llenó de orgullo a la nubecilla.
“No importa cuán grande eres, sino lo que eres cuando haces cosas grandes”.
P. D.: No la explico porque creo que sólo la historia se entiende bien, creo que no tengo nada que decir. Si queréis podéis aportar algo. ¡Gracias!
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